Crónica de la noche del 3 de noviembre de 2011, Barcelona.
"Son las diez de la noche y el aforo está prácticamente completo en las salas 6 y 7 de los Cines
Renoir Floridablanca, en Barcelona. Las butacas esperan la III Noche de Cine y Educación.
Algunos asistentes repiten y otros llegan primerizos, aconsejados por algún amigo o colega o
gracias a un afortunado retweet.
Desde el fondo de la sala y aun con la luz tenue, se aprecian decenas de conversaciones encendidas,
sonrisas relajadas e intercambios de experiencias y curiosidades. En un sondeo rápido, previo a la
presentación y posterior proyección, localizo a tres abogados en la fila siete y a un “funcionario… a
secas”, en la ocho. Tras ellos, un periodista del diario Avui y un trabajador de banca. Hago un par de
preguntas más y una pareja de mediana edad se presenta como “abogado”, él, y como “economista”,
ella. Con una sonrisa, se reconocen “rarezas entre tanto miembro de la comunidad educativa”.
Es cierto que la mayoría son maestros (ya sea de primaria, universidad, educación especial o
continua), aunque también hay directores de centro, investigadores, miembros del Departament
d'Ensenyament o trabajadores sociales. Sin embargo, a todos les une, como apunta Doña Díriga en
un discurso leído por Isabel Ruíz, que son “amigos, al fin y al cabo”. Todos desean relajar la noche
con un filme que se avanza amable y jugoso. Y así es, las risas salpican la proyección.
El director y coguionista, Christophe Barratier, traslada la novela de Louis Pergaud de finales del siglo XIX a la Francia ocupada de 1944. El contexto bélico de la Segunda Guerra Mundial es más conocido por los escolares; también favorece el tratamiento del Holocausto a partir del personaje de Violette, la niña judía acogida soto voce; y al mismo tiempo, se presta a un generoso paralelismo entre el conflicto de los chavales, vecinos enfrentados de los pueblos de Longeverne y Velrans, y el de los Aliados y las Potencias del Eje. Estos tres temas se mezclan con otros, notables o tangenciales, como el descubrimiento del primer amor, el desamor entre adultos o las desavenencias sociales surgidas de la jerarquía de clases. Pero, sobre todo, se exponen en función del motor narrativo: los conceptos de respeto, integridad, traición y confianza.
Comparada con Los chicos del coro, el anterior trabajo de Barratier, La guerra de los botones es una película sencilla, en el mejor de los sentidos. Se mastican muchos aspectos narrativos y audiovisuales sin restar calidad, por eso resulta un producto apto para escolares pero también adultos, a los que se reserva ciertos guiños (recordad ese adorable personaje quijotesco, veterano del ejército, que emborracha al pequeño Gibus al confundirlo con un excompañero fallecido).
Por otra parte, tanto el plano visual como la música, siempre acompañante del guión, son claros y están al servicio de la historia, algo básico para comenzar a educar a los alumnos en el audiovisual. Christian Molina, director y guionista, participó en la presentación de Barcelona apoyándose precisamente en el carácter “directo” del audiovisual para unos “chavales que conviven con él todos los días”. Para finalizar, animó a los presentes a utilizar el cine como herramienta, “porque es el nuevo lenguaje”. En suma, la III Noche de Cine y educación concluyó con un principio: la necesidad de alimentar a los escolares de cine. En palabras de Doña Díriga, “Cine y educación para un cambio en las aulas”. "
El director y coguionista, Christophe Barratier, traslada la novela de Louis Pergaud de finales del siglo XIX a la Francia ocupada de 1944. El contexto bélico de la Segunda Guerra Mundial es más conocido por los escolares; también favorece el tratamiento del Holocausto a partir del personaje de Violette, la niña judía acogida soto voce; y al mismo tiempo, se presta a un generoso paralelismo entre el conflicto de los chavales, vecinos enfrentados de los pueblos de Longeverne y Velrans, y el de los Aliados y las Potencias del Eje. Estos tres temas se mezclan con otros, notables o tangenciales, como el descubrimiento del primer amor, el desamor entre adultos o las desavenencias sociales surgidas de la jerarquía de clases. Pero, sobre todo, se exponen en función del motor narrativo: los conceptos de respeto, integridad, traición y confianza.
Comparada con Los chicos del coro, el anterior trabajo de Barratier, La guerra de los botones es una película sencilla, en el mejor de los sentidos. Se mastican muchos aspectos narrativos y audiovisuales sin restar calidad, por eso resulta un producto apto para escolares pero también adultos, a los que se reserva ciertos guiños (recordad ese adorable personaje quijotesco, veterano del ejército, que emborracha al pequeño Gibus al confundirlo con un excompañero fallecido).
Por otra parte, tanto el plano visual como la música, siempre acompañante del guión, son claros y están al servicio de la historia, algo básico para comenzar a educar a los alumnos en el audiovisual. Christian Molina, director y guionista, participó en la presentación de Barcelona apoyándose precisamente en el carácter “directo” del audiovisual para unos “chavales que conviven con él todos los días”. Para finalizar, animó a los presentes a utilizar el cine como herramienta, “porque es el nuevo lenguaje”. En suma, la III Noche de Cine y educación concluyó con un principio: la necesidad de alimentar a los escolares de cine. En palabras de Doña Díriga, “Cine y educación para un cambio en las aulas”. "
Verónica Navas Ramírez
OTRA PERSPECTIVA on PhotoPeach
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